Empecé otra vez la facultad. ¡Dios mío! con lo bien que estaba yo sin ir a clase ni estudiar. Todo normal, renovadas ilusiones, ganas y bla, bla, bla… El de Física un cabrón de cuidado de los que avisa antes de morder, exigente y sobre todo, sobre todo, le gusta lo que hace. De los que me gustan. Su compañero que imparte las prácticas es tocayo y como no, de aspecto mas o menos heavy (¡como no podía ser de otra manera!).
Estuve de tertulias virtuales (no por ello menos intensas), de pendoneo nocturno y básicamente dedicado a nada en particular: bricolaje, amigos, suspirar, ordenar, hablar, reír, pensar (demasiado), anhelar, desesperarme y finalmente necesitar. El escribir lo dejé de lado, siempre llegaba (o no) con demasiadas cosas en la cabeza (algunas me acompañaban toda la noche), y lo poco que escribía lo hacia sobre un papel y con pluma. Me ayuda más. Ahora que las rutinas invaden mi estado actual, convertiré este espacio en una de ellas (como en los predecesores, espero, que casi diario), lo prometo.
Hoy en clase con el de Física, me reí, ya que menciono el movimiento circular uniforme con esos discos que iban por revoluciones. No me reí por la broma, ni por la tontería que decía, sino por las caras de mis compañeros y la posterior rendición del aspirante a cómico, asumiendo como recuerdo retrogrado ese tipo de comentarios… fui viejo desde una perspectiva privada y sin ninguna envidia por mis compañeros.
Hoy es la primera vez que el yoga, en esta semana iniciática, me enerva en vez de relajarme, mañana seguiré probando, convencido de las energéticas ventajas que me reporta. Suerte de mi tesoro, etéreo (y que deseo que con el tiempo mas tangible), de efecto inmediato, endorfinico, de esos que se notan en la cara. En fin sea por A o por B hoy tuve mi nirvana.
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