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miércoles, 31 de octubre de 2007

Sagrada Familia

Salgo, cada día oscurece antes, y la veo des de lo alto de las escaleras, grande, bella e iluminada. Desde este extremo de la avenida se ve perfecta. Salgo, como cada día, cabizbajo y con cierta basurita en el corazón como dice una buena amiga argentina. Melancólico por el jazz y por los tiempos mejores, tan olvidados a estas alturas, me froto las manos. Reaccionan y sonrío*. Concentrado en contenerlo todo dentro adquiero una velocidad de crucero que me permita seguir observándola.

A la mitad del trayecto aparecen ciertos detalles curiosos que la hacen más única que antes. Tengo que alzar más la mirada, la velocidad se reduce a la par que la contención surte efecto. Es inevitable, me digo a mi mismo. Noto como la cara se relaja, giro la cabeza por Córcega y sonrío**.

Llegando a los pies del monumento totalmente erguido, relajado y contenido contemplo ya parado: la robustez, la seguridad y el pasar del tiempo en él. Todo me hace pensar en cómo fue bautizado por ese genio. La familia como proyecto vital, difícil de construir pero solido, llenando este paseo con cosas que hacen que valgan la pena. Realmente sí, lo es: Sagrada Familia.

Ahora entiendo el nombre justo cuando uno ya puede decir que ya no le queda familia.

*Me acuerdo de todos los ratos felices en que se me usa como estufa, debajo de una manta, por estas épocas, pegados sin mas.

**Te extraño y mas desde la última llamada pero no quiero abrumarte con mis cosas, cuando vuelva de Berlín nos concedemos una cena con buen vino, nuestra complicidad y sobretodo una de nuestras criaturas (volví a sonreír, ¡gracias!)

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