El comienzo
Camino, toda la espalda erguida, larga, el espacio intervertebral al máximo, torso en alto, abdominales aliviando tensión en la espalda. Soy una máquina perfecta de andar (muslo, rodilla, pantorrilla), pateo el suelo, me lanzo entre la multitud, sin parar. Floto entre la gente mientras mi cabeza está en otra parte, calculando el siguiente paso de cualquier plan maestro…
Una luna baja ilumina mi camino, recortada por unas callejuelas estrechas y abarrotadas de tenderetes, farolas y animalillos domésticos, pero sigue allí, perfecta. Lo noto, mi frente se destensa, mis cejas reposan sobre la visera de mi cráneo, mis parpados se entrecierran achinando más la mirada, las comisuras de mis labios tiradas por mis pómulos suben dibujando una sonrisa característica, el mentón empuja toda la cabeza unos quince grados sobre la horizontal. No lo puedo evitar, la mandíbula inferior cae y el aire se llena de una oronda carcajada generada más allá del diafragma. Retumba por dentro, he de parar y paro.
Nunca pensé que se pudiera reír así por algo que no fuese explícitamente gracioso, pero que bien sienta.
Me recupero y sigo andando entre el gentío, me encanta mi nuevo barrio.
Etiquetas: impulsos
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