Martes y 13
La felicidad lleva inherente la facultad de ser inconsciente, solo sabes que lo eres, perdón, que lo has sido en tiempo pretérito. Cuando lo eres, no te das ni cuenta, se nota, simplemente disfrutas, no necesitas recordarlo. He sido muy feliz.
Estoy imbuido por una tristeza, pese a mi estado diario y a este solazo que me acompaña, lo estoy. Más bien apático, desilusionado y con fragmentos muy chiquitos de lo que en diciembre creía esperanza. Día a día todo rezuma una realidad y una objetividad que duele pese a todos los esfuerzos por negarla y evitarla. No debería ser así, en un mundo ideal esto nunca sucedería, no, la verdad es que no. Realmente fui muy feliz y lo supe desde el primer día en tiempo presente.
Vuelvo a casa cansado, contento y muy relajado: mi rostro totalmente destensado, los ojos semicerrados, achinados, seleccionando en mi multifuncional mirada la relajación y tranquilidad con la que cruzo las oscuras callejuelas, miro al cielo y el eco de un ¿qué? Me hace reír. No es un mundo ideal simplemente es martes y trece…
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