Sin conversación
Cansado de un largo día vuelvo, sin más premio que una buena cama, a mi casa. Se repite la tónica de estas últimas semanas: cansado, agobiado pero satisfecho e incluso contento. Pese a esto, rezuma en mí un sentimiento de tristeza y resignación latente, interna, permanente. Estoy bien, pero me bloquea, no me gusta.
Hoy una frase al vuelo me rompió por dentro, fue en un tono de voz justo antes de llegar al susurro. Yo tumbado, con los ojos cerrados, me enamoré de una desconocida. “Hauríem d’aprendre a barallar-nos sense fer-nos mal” (“Deberíamos aprender a pelearnos sin hacernos daño”), me emocioné. Era puro amor, sin envoltorios, ni maquillajes, ni condiciones, solo amor. Esa mujer me desarmó. Abrí los ojos, estaba con las piernas entrelazadas y cruzadas sobre el destinatario de la frase. Mientras, se abrazaban y reposaban la cabeza en los hombros del otro, con los ojos cerrados. No lo vi con la mirada, me llegó por el corazón. Lo más bello que he oído en tiempo, quiere estar con él siempre, hasta cuando se pelea. Le ama. Lloré por dentro y les envidie (con avaricia). Sin más, la nostalgia se adueño de mí, acompañándome incluso ahora mientras escucho todo lo que siento.
A la vuelta de noche, lloviznando y con el fresco normal de la época, la plaza del MACBA está vacía, el museo bien iluminado y se oye un taconeo de unas botas preciosas… Belleza. Un par de inevitables emociones líquidas corriendo por mis mejillas.
PS: Gracias por la música, Bob (Jamie, Annie, Antònia, Bebe, …)
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